Solidaridad ante la discapacidad: Mi experiencia ante el síndrome de Down

Solidaridad ante la discapacidad: Mi experiencia ante el síndrome de Down

Puedo con todo…. pero no todo al mismo tiempo.

Ser madre o padre, aún en  circunstancias comunes, ya lleva implícito  transformarse en una especie de pulpo que ejecuta diversas tareas al mismo tiempo, cumple con roles simultáneos y debe permanecer siempre  fuerte, siempre firme….¿Siempre? 

La verdad es que no siempre. No sería humanamente posible permanecer indemne ante las situaciones que nos afectan profundamente. Tal vez podamos dar una apariencia fuerte hacia afuera… mientras nos desmoronamos por dentro, pero ¿Por cuánto tiempo? 

Es por eso que nos es tan importante la solidaridad. Esa palabra de aliento, ese acto de generosidad, ese silencio acompañado, un hombro donde llorar… ese abrazo largo y firme de contención emocional. 

En lo que en ese momento, parece ser el peor día de nuestra vida, necesitamos de otros. Necesitamos de la solidaridad de una mano amiga que nos ayude a levantarnos y nos impulse a continuar. 

Cuando descubrimos que nuestro hijo o hija presenta una discapacidad, la solidaridad nos ayuda enormemente a sobreponernos del duelo inmediato que nos causa esta situación y a emprender la acción. 

Un testimonio sobre la solidaridad en la discapacidad, nos lo cuenta Tere:

Cuando nació  mi hijo y llegamos a la Fundación John Landow Down, fuimos recibidos y acogidos. Entre padres y madres cuidábamos a los bebés y podíamos encargarlos de cuidarlos en lo que las mamás se iban al baño, nos prestábamos ropa o convidábamos comida, intercambiábamos nuestra experiencia al recibir la noticia y nos fuimos recomendando médicos, terapeutas y escuelas.

Al salir de ahí, en el IMSS, ya no compartían, las personas eran más recelosas y egoístas.  Pero al viajar sí se sentía la unión con alguien que llevara a una persona con síndrome de Down o con discapacidad. Por lo menos un saludo recibíamos.

De los años siguientes a ahora mayor, se quedan las personas que compartimos algo más, como misma edad, mismo nivel económico, misma religión. Entonces la solidaridad va también con la amistad y se mantiene con las personas con las que nos identificamos.

A diferencia de esperar algo de cualquier persona, creo que nos vamos volviendo específicos por las características de los hijos, que se vuelven antisociales o disruptivos.

¡Cuánta diferencia hace para las madres y padres este acompañamiento de otros padres y madres que están pasando por circunstancias similares! Así como también, cuánto daño puede hacer ese «ruido en el ambiente» cargado de indiferencia, de palabras y actitudes tóxicas o de juicios que nos hacen sentir más ansiedad, más desesperación y sobre todo, más soledad

La empatía, esa capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos, no es exclusivamente humana, pero si es en gran parte, lo que nos hace ser seres sociales. 

Si cada quien como persona, sin distingo alguno, nos pusiéramos por un instante en el lugar del otro, probablemente, podríamos ser más solidarios y convertir nuestros colectivos, de cualquier índole, en verdaderas comunidades que trabajen juntas por el bien de todos.

¿Quieres contarnos tu historia de solidaridad?  Todas y  todos necesitamos saber que ser aceptados, incluidos y comprendidos  es posible. 

Te invitamos a enviarnos tu testimonio a contacto@autismocdmexico.org

 

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