Agresión y autoagresión

Agresión y autoagresión

Por: María Angelina Silvyera Baquedano

Muchos padres de familia de niños y niñas con diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista, entre otros condiciones del neurodesarrollo, comparten la preocupación al no saber cómo reaccionar o intervenir ante una crisis que termina en agresión o autoagresión y es que, se conjuntan en una mezcla de sensaciones y emociones que nos impiden actuar asertivamente. 

La primera pregunta que nos hacemos como padres de familia es ¿Por qué sucede? y si bien no hay una sola respuesta, quisiera resaltar que todas las conductas agresivas o de autolesión buscan expresar algo.  Puede deberse a factores emocionales, como enojo, miedo, frustración o incluso demasiada euforia. 

 Puede venir también derivada de factores conductuales provocados por instrucciones confusas, por aparecer por un manejo inadecuado en los límites de conducta, por ser demasiado permisivos, autoritarios o no dejar bien definidas las reglas y las consecuencias del hogar. Otra de las causas puede deberse a factores sensoriales en donde estímulos auditivos, visuales, olfativos, táctiles, kinestésicos o propioceptivos, sean traducidos por el cerebro como algo invasivo, aversivo o molesto y que genere en ellos la necesidad constante de estarse auto estimulando de una manera agresiva, que puede generar lesiones en su cuerpo o en los demás. Es de suma importancia localizar de dónde provienen estos factores y por supuesto entender que pueden presentarse de manera mixta, es decir pueden ser factores sensoriales asociados a factores conductuales o emocionales y viceversa.

ilustración de Lis de rêve para Autismo Ciudad de México

Pero entonces ¿Qué es lo que puedo hacer? ¿Cómo reaccionar y atender estas situaciones que se presentan en mi día a día?. Creo que una manera muy sencilla es delimitarlo por pasos o en una secuencia que podamos ir avanzando paulatinamente para evitar sentirnos frustrados. El primer paso sería diseñar un plan familiar, es importante establecer cuál será la reacción de cada uno de los miembros de la familia ante una crisis, explicarle claramente a los hermanos, a los abuelos, cuál va a ser su rol y que tienen que hacer si observan que ese miembro de la familia está comenzando con autoagresiones o agresiones físicas a algún otro miembro de la familia. Así mismo tenemos que acordar que va a suceder si alguno de los miembros que tiene el rol principal en el manejo y gestión de la crisis está ausente. En este paso es importante poder sensibilizar y capacitar a todos los miembros de la familia para actuar en los momentos específico.

Un punto sumamente importante es ayudar a cada miembro de la familia a reconocer también sus emociones y sus alcances y subrayar en todo momento que es imprescindible no ponerse en riesgo.

El paso número dos sería eliminar los juicios emocionales, ya que en muchas ocasiones catalogamos o etiquetamos estas actitudes y estas reacciones como agresivas, violentas o incluso les damos a los niños la connotación de ser malo, grosero, abusivo, violento o incontrolable. Todas estas reacciones vienen antecedidas por alguna cuestión como ya hablábamos, fisiológica,  emocional o conductual que merecen ser tratada con respeto y empatía. Para evitar estos juicios y poder describir qué es lo que sucede, es mucho mejor utilizar acciones y enlistar qué es lo que realmente está sucediendo con la persona que está en crisis, como por ejemplo: patea, muerde, pellizca, se rasca, tira los muebles, destruye, se arranca el cabello etc.

El tercer paso, sería poder hacer una tabla o una bitácora de observación, en donde establezcamos el horario en el que se presentan las crisis, las personas que estaban presentes durante la crisis, el antecedente o qué ocurrió antes de que iniciara, el lugar en el que se presentó, la consecuencia o lo que pasó después de la crisis, quién intervino, quién o quiénes estaban presentes, cómo se presentó, con qué duración, con qué intensidad. A partir de ahí podemos hacer una descripción muy clara, una bitácora muy analítica y determinar si hay algún factor que se repita, esto nos podrá llevar a sacar conclusiones menos ambiguas. En este punto no puedo evitar volver a repetir y subrayar que todas las agresiones y autoagresiones comunican algo. 

El paso número 4  implicaría generar una observación con los datos obtenidos, para a partir de ahí poder hacer un plan de intervención. El plan de intervención será diferente dependiendo de lo que causa la crisis en tu hijo y tu hija o de la jerarquización que hagamos en cuanto a los requerimientos sociales de procesamiento e integración sensorial o incluso de comunicación. 

Entonces con esto, podemos definir las estrategias, lo cual formaría parte de nuestro paso número 5, la intervención, misma que podemos resumir en los siguientes puntos:

      • Procesamiento e integración sensorial: De ser necesario, realizar un plan diseñada específicamente para cada caso.
      • Comunicación: Establecer un sistema mediante el cual tu hijo pueda expresar lo que siente y/o necesita.
      • Rutina: Tener una secuencia certera le dará seguridad y tranquilidad y disminuirá la ansiedad por la incertidumbre de lo que prosigue.
      • Desviación: Esta estrategia implica canalizar su atención hacia otro estímulo.
      • Sustitución: generar una variación en el estímulo por alguno que sea más agradable o menos molesto.
      • Evasión: Controlar los sucesos con la intención de aminorar la exposición a factores desencadenantes.
      • Anticipación: Plantear la situación que va a presentarse a futuro, puede ser con pictogramas o historias sociales que nos ayuden a definir las expectativas y los pasos que podrían presentarse en cada situación o actividad que la persona esté próxima a vivir.
      • Control: Manipular acciones, situaciones, lugares para evitar la crisis. 
      • Restricción física: Sujeción corporal directa o indirecta de la persona que está presentando la crisis.

Es muy importante ser cuidadosos y dejarnos acompañar por un especialista, ya que estas técnicas en ocasiones pueden reforzar las conductas y llevarnos a obtener lo contrario de lo que buscamos o incluso generar frustración y deserción en el cuidador, al no tener la retroalimentación y el seguimiento adecuado y por ende puede estar poniendo en riesgo su salud emocional.

María Angelina Silveyra Baquedano

Licenciada en Comunicación Humana por la Universidad de las Américas, Maestra en Educación Especial y Necesidades Educativas Especiales por la Universidad de Guanajuato.
Directora y fundadora Educación Especial MAS+ Centro Escolar y Terapéutico A.C.
Actualmente participa en Autismo Ciudad de México.
Ponente y capacitador en varios foros de Educación Especial y participa activamente en el Laboratorio de Investigación de Educación Especial MAS+

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