Sobreviviendo, un día a la vez.

Por. Analine Ortega
Si te estoy contando esto es porque he sobrevivido un día más, me he salido de la regadera para escribirlo, porque aún no encontraba las palabras y han llegado de pronto. Sí, he sobrevivido a otro día y me voy a pelechar.
¿Sabes lo qué es pelechar? Me dijo un día Iñaki, mi adolescente asperger de 11 años y medio. -Es cuando los perros se quitan el pelo que les sobra- Así pues, mientras “pelecho” emocionalmente en mi cama un viernes por la noche, pienso que debo quitarme todo lo que sobra, lo que ya fue, lo que no tiene caso que conserve y seguir, descansar y dormir, soñar, y ya mañana vendrá un nuevo mejor día, o no…
Hay días buenos y otros no tanto, como todos en la vida, pero en esta ocasión no fue un día de llanto y estreses, fue un día de risas, sí de risa incontenible y esto puede parecerte divertido, tierno, gracioso, sí, pero solo los primeros 10 minutos, después de casi 4 horas de ataque de risa, esto se convierte en algo realmente desesperante como cuando lloran o gritan sin razón. Pues así sucedió y por más que habla y platicaba con él, y lo distraía y lo miraba a los ojos y lo contenía en un abrazo, nada servía, caminamos y platicamos y nada. Fuimos al súper y compramos cosas para hacer un pastel que quería, y nada. Llegué incluso a querer sobornarlo, -te compro unos tacos si te tranquilizas- le dije. Y no, no funcionó. Mientras comía los tacos casi se ahoga por estarse -riendo. Respiré, sentencié castigo, volví a respirar, lo puse hacer ejercicios de gimnasia cerebral, y nada. Hasta que calmadamente le dije que no tendría el cargador del celular y se le acabaría la pila y el cargador estaba castigado. Y ¿qué crees? ¡No sirvió!
Lo metí a bañar y nada. Le di un té y nada. Me enojé y le pedí no me hablara, porque estaba cansada, y nada. Lo oía en su habitación aún riéndose. Luego ya tarde, cuando yo ya estaba con dolor de cabeza, acostada, agotada, fue a mi lado y me pidió un abrazo, aún entre risas. Me dijo: “te amo mamá” y se fue a su cama. Se quedó dormido. Me levanté, fui a su cama y lo miré tan tranquilo, tan en paz, tan cansado de tanta risa y ahí en medio de la noche volvió a reírse en sueños… Y hoy ya es otro día.
Y a seguirle qué aun hay mucho por hacer